1-1=2 (o El Vaso Medio Vacío)

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Me preparé toda la tarde para que todo saliera como debería salir.
Oh, cielos. Soy un perdedor.

Busqué la forma más convincente de decírselo, la frase menos cliché, los pros más entretenidos y los contras menos dolorosos para no hacer(me) más incómoda la tortura. Sabía que ella me diría que no. Era obvio que me rechazaría por alguna razón. Son demasiadas. Es cosa que tome cualquiera de ellas y me la lance a la cara para justificar un rotundo NO.

Llegué a la hora a su casa. Me vestí cómodo para poder caminar tranquilo de vuelta, derrotado bajo la lluvia de mi propia vergüenza. Conté el tiempo total que duraría nuestra cita, el número de pasos que debo dar desde la vereda hasta su puerta, la cuenta del bar donde la invitaría. Todo calzaba perfecto: Una tarde sencilla, barata, rápida... sin consecuencias.

Así fue como se desarrolló una velada promedio, medida, calculada hasta el absurdo, casi rutinaria. Pensada para un fracaso sin significancia.

Pero me dijo que sí. No conté con la naturaleza básica femenina, fácilmente atraída hacia desconsiderados como el que fui yo aquella tarde. Me aceptó todas las salidas siguientes, todos los besos y todas las putas caminatas de la mano por el parque. Un fail dentro de un fail.

¡Mierda, weón! ¡¿Es que no puedo hacer nada bien?!





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