- Yo no quiero tu casa en los suburbios, ni tu familia felizmente conformada. Cuatro hijos como mínimo, para poblar toda la tierra y llenarla de gracia, como dicta tu amo. No deseo vivir sólo de tu trabajo de 8 a 5 para volver luego a ignorarla, ignorarlos, y a prender la tele para ver el circo de travestis y enanos de un flaite con plata en el canal nueve.
No me quiero ir de la ciudad buscando un pasar más tranquilo, en una cabaña en las faldas de un cerro, codeándome con las parcelas de los Paulmann y los Larraechea. No me interesa tu matrimonio falso, tu anillo pagado en 24 cuotas y tu certificado de bordes prepicados. Nunca estaremos juntos con ella sólo por los niños. Nunca les traeremos un pavo para celebrar noche buena ni brindaremos con helado de piña y champaña por el nuevo año. No veremos fútbol en tu LCD mientras las mujeres lavan la loza y retan a nuestros hijos y nietos. No seré el yerno perfecto para ninguno de ellos. Ni el hombre perfecto para ella.
Pero sí la amaré hasta que te duelan los huevos de rabia, y a ti se te rompa el mango de la sartén. La casaré bajo mi propia ley, frente a las montañas, sobre un puente por el que ninguna Van familiar pasará jamás. Sus hijos serán mis hijos, aunque no lo sean. Y la llenaré con todo lo que ella ama y yo odio de mi. Y será suficiente, a pesar de la inmensa y fría distancia que existe entre nosotros.
No me iré jamás de esta ciudad. No cambiaría por ninguna parcela en el sur este viejo departamento en altura, desde donde puedo ver el caos abajo sin que pueda hacerme daño. Desde donde respiro por sobre el smog y escucho por sobre las bocinas. Desde donde haremos el amor mirando desde la corniza, para que la cercanía de la muerte nos haga sentirnos más vivos que nunca. Amo esta ciudad, amo a tu hija, y la tuya también, y prometo...
¡PROMETO!
... que no la soltaré nunca de mis brazos muertos. -
No me quiero ir de la ciudad buscando un pasar más tranquilo, en una cabaña en las faldas de un cerro, codeándome con las parcelas de los Paulmann y los Larraechea. No me interesa tu matrimonio falso, tu anillo pagado en 24 cuotas y tu certificado de bordes prepicados. Nunca estaremos juntos con ella sólo por los niños. Nunca les traeremos un pavo para celebrar noche buena ni brindaremos con helado de piña y champaña por el nuevo año. No veremos fútbol en tu LCD mientras las mujeres lavan la loza y retan a nuestros hijos y nietos. No seré el yerno perfecto para ninguno de ellos. Ni el hombre perfecto para ella.
Pero sí la amaré hasta que te duelan los huevos de rabia, y a ti se te rompa el mango de la sartén. La casaré bajo mi propia ley, frente a las montañas, sobre un puente por el que ninguna Van familiar pasará jamás. Sus hijos serán mis hijos, aunque no lo sean. Y la llenaré con todo lo que ella ama y yo odio de mi. Y será suficiente, a pesar de la inmensa y fría distancia que existe entre nosotros.
No me iré jamás de esta ciudad. No cambiaría por ninguna parcela en el sur este viejo departamento en altura, desde donde puedo ver el caos abajo sin que pueda hacerme daño. Desde donde respiro por sobre el smog y escucho por sobre las bocinas. Desde donde haremos el amor mirando desde la corniza, para que la cercanía de la muerte nos haga sentirnos más vivos que nunca. Amo esta ciudad, amo a tu hija, y la tuya también, y prometo...
¡PROMETO!
... que no la soltaré nunca de mis brazos muertos. -
Ya. Me desahogué. Ahora si, puedes disparar.